Ucrania, Rusia y la importancia de las preguntas

Barbaria (Madrid),22 de febrero de 2022

Como en todo conflicto entre Estados capitalistas, el debate ideológico y la propaganda giran en torno al derecho y la soberanía nacional. Si Rusia tiene derecho a reclamar su espacio de seguridad, si Ucrania es un país soberano para decidir sus alianzas, si es justo y legítimo que Estados Unidos amplíe las fronteras de la OTAN, si la Unión Europea tiene que mantener una autonomía estratégica, si acaso la propia burguesía europea tiene claro qué significa eso.

Pero tan importante como la respuesta es el terreno en el que se sitúa la pregunta. Y todas las preguntas anteriores se ubican en un terreno burgués, el que nos hace acabar apoyando a un Estado capitalista frente a otro, en contra de los principios básicos de internacionalismo y autonomía de clase que han definido históricamente al movimiento proletario.

Porque lo que se disputa en el actual conflicto entre Rusia y la OTAN es el reparto de nuestra explotación y el dominio del territorio. El desarrollo del capitalismo implica, por un lado, la contradicción entre la necesidad de explotar trabajo y la necesidad de expulsarlo con nuevas tecnologías, que lo introduce en una crisis económica perenne, de agotamiento de su propio mecanismo para producir riqueza en los términos de la mercancía. Por otro lado, ese mismo desarrollo hace cada vez más dudosa la capacidad de una potencia capitalista para mantener su hegemonía sobre el resto o, siquiera, sobre un bloque estable y robusto, al mismo tiempo que impulsa a los distintos países a pugnar entre sí por convertirse en potencias regionales. El resultado ante el que nos encontramos no es, como se dice a veces, la tendencia a la sustitución de EEUU por China en la gendarmería mundial, sino la fragmentación geopolítica de las distintas potencias por garantizar su control sobre la región.

En este esfuerzo se encuentra Rusia al contraponerse a EEUU y la OTAN en el actual conflicto con Ucrania. EEUU tiene cada vez más dificultad para mantener su hegemonía mundial, como se demostró con la retirada de Afganistán. Tiene, de hecho, cada vez mayores dificultades para mantener el control de su propio territorio, tocado por una polarización social que ni los tambores de guerra consiguen, al menos actualmente, mantener suturada. Por su parte, Rusia ejerce su control imperialista sobre los Estados que la rodean para garantizarse una “profundidad estratégica” —un cinturón de Estados-cojín para amortiguar militarmente sus propias pretensiones de potencia hegemónica—, aunque sea a costa de la represión sangrienta del proletariado, como se ha visto en su intervención militar para aplastar las revueltas en Kazajistán. La Unión Europea, ese conglomerado de viejas potencias en busca de la gloria perdida y sin capacidad para aunar una política económica ni militar propia, se ha visto atrapada en el choque de trenes: Alemania dividida entre su dependencia energética del gasoducto ruso y su alianza con EEUU, Francia frustrada por sus intentos de pasar bajo la alfombra su derrota en Mali liderando la diplomacia europea de manera autónoma a EEUU, cuyo final tragicómico fue el fracaso de las negociaciones entre Putin y Biden con la llegada de los tanques rusos al Donbass.

La guerra hace parte de la naturaleza del capitalismo, y de la naturaleza de todo Estado nacional. En este sentido, todo Estado es imperialista: sea EEUU, Rusia o Ucrania, todo Estado trata de alinear al proletariado tras su propia burguesía para servir de carne de cañón en la guerra imperialista. El resultado de la actual escalada de tensión y la entrada de tropas rusas en el este de Ucrania ha sido, una vez más, la exacerbación del nacionalismo ucraniano y prooccidental de un lado, prorruso del otro, que solo sirve para ocultar la naturaleza de clase de este conflicto bajo las consignas de democracia, soberanía y derecho internacional.

Ese no es nuestro terreno. Nuestro terreno es el de la defensa de los intereses de clase por fuera y en contra de todo interés nacional e imperialista. La única forma en que puede entenderse el actual conflicto de Ucrania es mediante los principios básicos del derrotismo revolucionario: unidad de clase por encima de toda frontera, guerra de clases contra la propia burguesía, revolución proletaria mundial.

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