SOBRE EL CONFLICTO RUSO-UCRANIANO

A la célebre frase de Clausewitz “la guerra es la continuación de la política por otros medios” se le puede agregar “la guerra es también la continuación de la economía”. Y es que al rasgar los velos políticos, étnicos y religiosos que los burócratas y tecnócratas de turno suelen plantear como razones principales, las guerras en el capitalismo revelan estar íntimamente ligadas al control de territorios que proporcionan mano de obra barata, materias primas, rutas comerciales, zonas militares estratégicas, mayor circulación de mercancías, etc. En suma, la guerra está ligada a los intereses de expansión del capital y las clases capitalistas que la personifican. Las dos guerras mundiales, la invasión de EEUU a Irak (2003-2011), a Afganistán (2001), el conflicto en la franja de Gaza (2021), etc., son diáfanos ejemplos históricos de este hecho. La guerra entre Rusia y Ucrania no es la excepción. Responde a los intereses de la expansión y recomposición capitalistas para amortiguar la crisis económica e intentar solucionar los problemas de legitimidad que pesan sobre los mecanismos de dominación burguesa en la inmensa mayoría de Estados Nacionales alrededor del mundo.

El despliegue militar ruso en Ucrania del 24 de febrero es la continuación de un expansionismo económico que tiene como antecedente inmediato la anexión de Crimea en 2014. Por eso no es casual que Rusia haya estado preparando sus reservas en oro haciendo pruebas en el sistema SPFS y CIPS, ni que haya posicionado tropas de 175 mil soldados en las fronteras de Ucrania tiempo antes al estallido del conflicto. A la luz de esos hechos no debería haber sido una sorpresa que el gobierno no se haya detenido una vez tomados Lugansk y Donetsk. La salvaguarda de los intereses de sus capitalistas explica la avanzada militar por más de diez ciudades ucranianas, incluida la capital de Kiev y bombardeos como el de Jarkov.

La respuesta de los países capitalistas opuestos a Rusia ha ido paulatinamente modificándose. El primer ministro de Bélgica, Alexander de Croo, señalaba en el Consejo Europeo extraordinario del 24 de febrero que “Hacen falta sanciones que muerdan, no que ladren” y Joe Biden señaló en una entrevista: “Putin will be a pariah on the international stage”. El desarrollo de los hechos indica que las sanciones contra Rusia irán acentuándose desde el bloque conformado por la OTAN, Reino Unido, Japón, Canadá, Australia, Corea del Sur y Suiza. En menos de una semana se cerró el espacio aéreo y marino, se excluyó parcialmente a Rusia del sistema SWIFT, y se implementaron sanciones contra grandes capitalistas rusos cercanos a Putin. Como resultado el rublo ha caído un 30% y la economía rusa presenta serias turbulencias que afectan sobre todo a la clase trabajadora. El anuncio por parte de la Unión Europea de más de 450 millones destinados al envío de armas letales a Ucrania y el congelamiento de las reservas del Banco Central ruso, son sanciones que, a pesar de su importancia, demuestran que la OTAN todavía no se muestra a favor de ser parte de una intervención militar directa. A pesar de esto la tendencia guerrerista sigue agudizándose. La tentativa de negociación en Bielorrusia no ha llevado a nada concreto y, en cambio, demuestra la preocupación rusa por no dilatar más el tiempo de la invasión. Interesado en encubrir lo riesgoso de su posición, al iniciarse las negociaciones Putin llamó a activar las “fuerzas de disuasión nuclear” y el domingo 27 el canciller Olaf Scholz anunció un aumento de la inversión en defensa de 100 000 millones de euros. El siguiente escenario se muestra cada vez más inflamable y anuncia la agudización de los enfrentamientos militares cerrando el espacio para una salida diplomática sin perdedores.

Las posturas vertidas

En estos últimos días apelar a la nación, la libertad, la civilización y los derechos humanos en general, es decir a quimeras y abstracciones metafísicas, ha sido pan de cada día. Bajo el guion de estas sentencias maniqueas, la pobre Rusia se ve empujada con la inocente Ucrania a una guerra orquestada por la perversa EEUU. Y viceversa, los heraldos bienhechores de la OTAN luchan y defienden a la pobre Ucrania de las siniestras garras del “zar Nicolás II” que busca restaurar la URSS. Criticar estas posturas dicotómicas no significa que sus argumentos vertidos y hechos analizados sean ilusorios. Sería falso negar el galopante acrecentamiento de una ultraderecha rancia ligada al gobierno ucraniano y la existencia de sectores neonazis en el Donbass, sería falso negar que Estados Unidos ha incentivado la asociación militar con Estonia, Letonia y Lituania cercanas geográficamente a Rusia o aliándose del mismo modo con Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria; sin embargo, también sería falso negar que estos hechos se elevan a su quintaesencia para justificar los intereses expansionistas del capital, para encubrir el ya mistificado capital. Estos análisis dicotómicos no nos llevan más que a negar la centralidad que tiene la lucha de clases en la sociedad capitalista, lo que a la vez conlleva tomar posición por uno u otro Estado Nación anulando o negando el papel de nuestra clase, de la clase trabajadora. En suma, seguir el guion del drama impuesto solo nos lleva a apoyar a nuestros propios verdugos. Estos análisis dicotómicos vertidos por sectores de derecha o izquierda sean partidos, militantes, presidentes y demás confundidos solamente sirven de aval a la expansión capitalista. Y a los llamados “críticos del capitalismo” que siguen ciegamente a la madre Rusia les recitamos lo que Rosa Luxemburg señalaba en su “Cuaderno Junius” sobre la socialdemocracia alemana: “En ningún lugar la organización proletaria se sometió tan dócilmente al imperialismo, en ningún lugar se abandonó tan totalmente la lucha política”.

Los trabajadores

Los afectados bajo los tanques, ametralladoras, granadas, cascos y aviones de la expansión y reacomodo capitalistas son siempre el grueso de la humanidad: la clase trabajadora. La primera víctima cuando llega la guerra no es la verdad, sino la clase trabajadora. La carne de cañón al invadir un territorio: la clase trabajadora. Los reventados entre fango y lodo escenario militar en disputa: la clase trabajadora. La resistencia en las plazas y avenidas militarizadas, los miles encarcelados y reprimidos por los militares: la clase trabajadora. “¿En qué casas de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron? La noche en que fue terminada la Muralla china, ¿adónde fueron los albañiles? ¿Sobre quiénes triunfaron los Césares?”. Los trabajadores somos obligados a ser carne de cañón en cualquier circunstancia, pero somos también la pólvora que hará estallar las entrañas de este sistema del capital. Sigue la rueda girando. Lo que hoy está arriba no seguirá siempre arriba. Más para el agua de abajo, ay, esto únicamente significa que hay que seguir empujando la rueda. O triunfa el imperialismo y provoca la destrucción de toda cultura creando despoblación, desolación, degeneración, un inmenso cementerio; o triunfa el socialismo, es decir, la lucha consciente del proletariado.

Editorial AndePerú

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