Remembranza sobre la rebelión en la prisión de Attica

[Extraído de la revista Ellos no pueden parar la revuelta #4]

“Pensábamos que iba a haber una revolución y nos estábamos preparando; cuando se abrieran los portones de la cárcel, íbamos a estar listos para salir a tumbar todo este sistema.”

El camarada X, sobre los sucesos de 1971.

“Después de la rebelión muchos quedaron muertos o heridos. Pero nadie se arrepintió. Es más, si se nos hubiera presentado otra oportunidad, lo hubiéramos vuelto a hacer. Porque era mejor eso a que nos trataran como animales”.

Uno de los Hermanos de Attica.

Las condiciones infrahumanas bajo las cuales los presos subsisten en cada cárcel de esta sociedad capitalista no son ninguna novedad; comida podrida, escasez de agua, palizas por parte de los guardias, celdas en aislamiento, dormitorios atestados de suciedad, explotación intensificada en el trabajo asalariado… forman parte de la dura cotidianidad en la que sobreviven los reos en las prisiones. Sin embargo, estas condiciones constituyen a su vez un incentivo para la lucha y el asociacionismo de parte de los proletarios reclusos en contra de la prisión. La rebelión en el centro de exterminio de Attica fue un episodio más de la materialización de la crítica, no solo hacia la institución carcelaria, sino a la totalidad del sistema que la sostiene de raíz.

En un contexto de álgida lucha proletaria que recorría todo el globo, la burguesía de Estados Unidos también experimentó en carne propia el temor de que en el interior de sus fronteras se desarrollaran los mismos síntomas convulsos que tenían lugar en otras latitudes: agitación, grupos, núcleos, propaganda, estructuras de solidaridad con presos, enfrentamiento armado, etc. Ese temor se hizo realidad y debía ser contrarrestado, por consiguiente el terrorismo de Estado no demoró en aplicarse contra todos aquellos que fueron considerados “elementos desestabilizadores” o, en términos conspiranoicos “agentes del comunismo”.

El 9 de septiembre de 1971, en el penal de Attica (situado en una parte rural del estado de Nueva York) 1200 presos que figuraban entre negros, blancos y latinos se amotinaron consiguiendo tomar el control de la cárcel durante cuatro días. El gran nivel de coordinación que caracterizó al motín fue el reflejo de la tradición de lucha arraigada en los presos, muchos de los cuales, habían sido participes de organizaciones y grupos de diversa índole política, desde activistas “por los derechos civiles” hasta quienes militaron en movimientos armados y organizaciones subversivas. Por ello, no era de extrañar que en repetidas ocasiones previas a 1971, el mismo escenario diera lugar a huelgas y connatos de rebelión. De hecho, antes de lo sucedido en septiembre, ya se había conformado un comité que adoptó el nombre de Frente de Liberación de Attica, el cual entregó en mayo de ese mismo año, un manifiesto y una lista de demandas dirigidas a Russell G. Oswald (en ese entonces comisionado de las correccionales). La respuesta fue prácticamente nula y las negociaciones que tenían por objeto mejorar un poco las deplorables condiciones en que yacían los reclusos hacinados al interior de una cárcel sobrepoblada, fracasaron rotundamente.

En ese tenor, no fue ninguna casualidad que un hecho tal como el asesinato de un preso miembro de las Panteras Negras llamado George Jackson, en una cárcel de California por parte de unos guardias (el 21 de agosto de 1971), fuera la chispa que incendiaría el reguero de pólvora. Coléricos por ésta noticia, en la mañana del día siguiente los presos del penal de Attica realizaron una titubeante huelga de hambre para protestar por dicho acontecimiento. Pese a que la huelga duró demasiado poco, en los días posteriores la atmósfera se tensó paulatinamente.

Llegado el 9 de septiembre, un grupo de incontrolados atacó a un guardia, sus compañeros llegaron a reprender la acción, pero fue inútil, pues más presos se sumaron al enfrentamiento. En un santiamén la situación se desbordó; y tras horas de pelea los prisioneros consiguieron hacerse del control de las principales áreas e instalaciones de la prisión. Sometieron en calidad de rehenes a 38 guardias y emitieron un documento de carácter público que contenía una lista de demandas, muchas de las cuales eran las mismas del anterior documento, puesto que no fueron resueltas en las pasadas negociaciones. Aunado a lo anterior, dentro de los puntos a negociar, se exigía que el Estado no llevase a cabo ninguna represalia contra los participantes del motín, concediéndoles la amnistía total.

Los hechos que se desencadenaron tuvieron un gran impacto no sólo mediático. En distintas prisiones a lo largo del territorio estadounidense se dieron muestras de solidaridad con la revuelta en Attica (ya sea con pequeños disturbios o emitiendo posicionamientos). Mientras tanto, los participantes de dicha revuelta publicaron diversos comunicados donde tomaban posición contra la ocupación norteamericana en Vietnam, así como también manifestando su solidaridad con la lucha de los indios de la reserva de Wounded knee, quienes recientemente habían sido reprimidos por las fuerzas federales.

El 13 de septiembre, el gobernador Nelson Rockefeller ordenó llevar a cabo una operación represiva para poner fin a la revuelta, enviando un gran número de policías estatales y guardias nacionales, los cuales se postraron alrededor de las zonas altas de la prisión; primero atacaron con gas lacrimógeno para nublar el campo de visión de los amotinados y posteriormente abrieron ráfagas de fuego a mansalva. Cuarenta y tres presos y rehenes muertos, aunado a decenas de heridos fue el saldo de la encarnizada represión.

Hoy, a más de 40 años de los acontecimientos que marcaron pauta; de nada nos sirve glorificar ni poner en un pedestal como mártires a los compañeros caídos en ese combate. En su lugar, debemos contribuir a profundizar el balance sobre los límites, alcances y lecciones demarcatorias de esa lucha. Es un hecho comprobado que una extensión y generalización de los desordenes en todas las prisiones, sumado a una fuerte ola de agitación y revuelta en las calles; desestabilizarían al sistema mercantil haciéndolo tambalear. Debido a eso, la burguesía y su Estado harán siempre todo lo posible por evitarlo; ya sea intensificando la represión o apaciguando con míseras migajas cualquier demanda o reivindicación.

En estos tiempos donde la contrarrevolución domina el terreno, evidentemente el Estado tiene la capacidad de contener con represión todo motín y rebelión dentro de las prisiones, puesto que se trata de espacios hermetizados diseñados para ejecutar todo tipo de operaciones de control en caso de cualquier “contingencia”. No obstante, los prisioneros prácticamente no tienen nada que perder al rebelarse, y por ello, cuando las condiciones se tornan oportunas no dudan en hacerlo.

La represión de Attica se llevó a cabo sin mayores complicaciones porque el Estado estaba favorecido por la correlación de fuerzas de ese entonces. No había una agitación masiva fuerte en las calles así como tampoco una huelga generalizada en las cárceles norteamericanas; dicho aislamiento tuvo como consecuencia la derrota. Aun así, la rebelión era inevitable y dar marcha atrás no era opción; estalló la cólera pese a lo limitadas que fueron las capacidades en ese momento y no hubo otra opción más que actuar según las propias fuerzas disponibles.

Si bien, es verdad que el posicionamiento político de los presos de Attica era todavía bastante difuso en numerosos aspectos (lo cual es completamente lógico y explicable por el contexto que se vivía en aquella época); no obstante, con base a la premisa que siempre hemos sostenido respecto a la importancia cualitativa del contenido sobre la forma, podemos observar que en el terreno concreto, como remarcábamos al principio, esta lucha demostró una materialización de la crítica del proletariado a la sociedad capitalista en su conjunto. Emergió la organización de las tareas que el momento exigía; se procuró el internacionalismo en las posiciones de los comunicados; se hacían llamados a destruir y arrasar con todo lo existente; y sobre todo, la práctica asociativa denotó la ruptura con las barreras sectoriales y raciales… tales fueron las directrices contundentes que caracterizaron al movimiento.

La rebelión no surgió de la nada, fue producto de la constante vinculación y confluencia alrededor de todo un contexto de lucha dentro y fuera de las prisiones; y aunque hoy las condiciones de lucha se encuentran en un contexto considerablemente desfavorable (de guerra imperialista y ciudadanización a tope), nuestra clase no ha abdicado de pelear. Attica es parte de la continuidad de ese combate que la comunidad de lucha desarrolla desde hace siglos contra la esclavitud moderna.

***

Postdata: Cabe mencionar que actualmente se está llevando a cabo una huelga de presos en las cárceles de EEUU; ponemos a continuación algunos links con información al respecto:

Huelga de presos en EEUU #PrisonStrike: En marcha hasta el 9 de septiembre

Ante las primeras horas de la huelga de presas y presos en EEUU #PrisonStrike #August21

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *