[Francia] Disturbios contra el capital – Como un coche deportivo estampado en la fachada de un Lidl

Por: A$AP Revolution

Cientos de policías heridos, miles de edificios públicos quemados, los alborotadores atacan al Estado, a todas sus estructuras, y con razón. Las autoridades, bajo presión, sacaron los tanques para sofocar el movimiento.

La burguesía llama constantemente a la calma y la impone desplegando un arsenal represivo y una propaganda mediática sin precedentes. Pero, ¿quién ordena a la policía golpear, violar y asesinar? ¿Para quién se dejan la piel? ¿Quién gana el dinero de las viviendas podridas que nos cuesta pagar? ¿Quién dirige el sistema judicial que mete a la gente en la cárcel? ¿Quién teme que quememos, saqueemos y redistribuyamos los bienes que tanto nos cuesta producir? Están librando una guerra de clases contra nosotros y, tras un nuevo asesinato en los suburbios, la respuesta de los barrios es inmediata.

 El 27 de junio de 2023, el Estado disparó a Nahel a quemarropa. Como en 2005, los alborotadores golpearon al Estado, que les dejó morir. Atacaron escuelas, bibliotecas, ayuntamientos, oficinas de empleo y centros de servicios sociales. En resumen, todos los lugares que socavan nuestra emancipación y nos mantienen en la pobreza. Los lugares donde se lleva a cabo la selección social, la transmisión de la cultura burguesa y la moral cívica para producir una mano de obra dócil.

Atacan las cárceles para liberar a los presos. Atacan las comisarías para vengarse. Van a servirse gratis allí donde haya mercancía.

Y tienen razón

Trabajamos como animales para fabricar, transportar y vender chatarra para que los patrones se queden con la mayor parte. Nosotros mismos construimos los guetos en los que a menudo nos vemos obligados a vivir, reservas de mano de obra sobreexplotada y parques para desempleados. En este mundo de mierda, nada es gratis y todo el día se nos mofa con «lo que podríamos tener» pero nunca tendremos. Así que los alborotadores irrumpen en las tiendas y se sirven ellos mismos. A veces incluso destruyen la mercancía. Pocas veces hemos visto estas prácticas multiplicadas con tanta intensidad.

Los almacenes se desmoronan, el valor se esfuma; los patronos sudan

Una parte del proletariado impone directamente sus necesidades: no se busca el compromiso. No hubo más exigencias, sólo ayuda directa. Todo sucedió muy deprisa: o subías al tren o lo perdías. Los alborotadores se organizaron sin representantes y lucharon por sus intereses, que resonaban con los de la clase, con una inventiva y una creatividad sin parangón. Es un mensaje claro para todos: los puntos de reunión y los objetivos se publicitan en las redes sociales, se unen a través de las marañas y divisiones entre suburbios, y se extienden al centro de las ciudades y a pueblos más pequeños.

La cólera se extendió como un reguero de pólvora, las ciudades se respondieron unas a otras y el país ardió en llamas en el espacio de unas pocas noches

Ataques con arietes a tiendas, coches deportivos estampados en la fachada de un Lidl [Nombre de una cadena de supermercados. NdlT], escopetas apuntando a las cámaras, trituradoras en los cajeros automáticos, retroexcavadoras destrozando estancos, espectáculos pirotécnicos mejores que en Disneylandia, secuestros de camiones, autobuses y maquinaria de construcción… El movimiento de los Chalecos Amarillos no está tan lejos, las prácticas perduran, la solidaridad de clase también.

Como en todos los movimientos, las construcciones mediáticas para dividir, frenar y aislar a los frentes más decididos de la revuelta hacen estragos. Hoy es la figura del «joven de los suburbios», una representación racista y despolitizadora de los que realmente se organizan y luchan para ganarse la vida.

Los explotadores siembran y mantienen divisiones en el proletariado y nos enfrentan entre nosotros. El racismo que impregna toda la sociedad es la prueba violenta de ello, desde las milicias de extrema derecha hasta el fariseísmo despreciativo de la izquierda. Desde la burguesía y sus instituciones hasta los proletarios que se equivocan de enemigos.

El país está patas arriba y, para poner orden, la disociación va viento en popa y se organiza la represión. Todo el mundo se implica: Los «bobos» que defienden las bibliotecas, los clubes juveniles y las escuelas.

Los derechistas y el Estado, que culpan a los chavales de su responsabilidad criminal y moral

Los izquierdistas, en su enésimo intento de recuperación política, que piden la reforma de la policía y la justicia social, mientras escupen a los alborotadores.

Los fascistas que crean milicias y llaman a matar árabes. Golpean y esposan a la gente para entregarla a la policía… cuando no es la propia policía la que pide que se reprima a los alborotadores.

Todos defienden el viejo mundo que agoniza

Todo el espectro político hace un llamamiento unánime a la calma y a la «justicia». Todos están de acuerdo en la necesidad urgente de volver a la normalidad y al orden republicano: esto es la unidad nacional. Cada partido o sindicato defiende su visión del desarrollo del capital cuando se trata de hacer su pan electoral. Pero cuando las cosas se ponen turbias y la afirmación del proletariado amenaza los intereses burgueses, todos se ponen del lado del orden. Es una unión que sirve y justifica las duras represalias que caen sobre todos los que se sublevan.

Sólo para poner de acuerdo a los alcaldes y a las madres

El capitalismo está en crisis y sus gestores no tienen nada que hacer para detenerlo. Entre reformas, integración y represión de los movimientos, el Estado inicia la confrontación, la piensa, la prepara y se refuerza para futuras batallas. Antes, en Francia y en Europa, existía el palo y la zanahoria, pero hoy sólo existe el palo: la primera respuesta del Estado es reprimir toda forma de revuelta, y hacerlo golpeando fuerte.

Una verdadera carnicería en las calles y en los tribunales. Por todas partes hay heridos por disparos de la policía (gases lacrimógenos, esquirlas, granadas) y un sinfín de comparecencias ante los tribunales. Sentencias de prisión a montones y ya hay gente muerta y en coma. No debemos permitir que la poderosa solidaridad que existe en las calles se extinga en los tribunales y en las celdas.

Es la extensión de esta solidaridad la que dará un vuelco a todas las relaciones sociales

Durante este periodo, los conflictos entre nuestra clase y la burguesía se intensificaron y multiplicaron. La guerra interrumpió el flujo de suministros, haciendo subir los precios y bajando los salarios. Las condiciones de vida se deterioraron y el Estado ya no tenía mucho que ofrecer.

La revuelta llega justo a tiempo, la gente saquea hasta que no queda nada, pero ¿luego qué? Así que esta venganza es el atisbo de una ruptura necesaria con el compromiso social en el que estamos atrapados. Se trata de romper con las reivindicaciones reformistas e imponer un equilibrio de poder.

Todo el mundo pasa hambre y, aquí como en todas partes, el proletariado está revuelto. No cabe duda de que esta semana explosiva tendrá un profundo efecto en futuros levantamientos.

De las llamas en los suburbios a una conflagración general,

la única manera de fortalecer nuestra clase es extender y radicalizar la revuelta.

En este sistema capitalista que se sueña inmortal, se perfila una salida: la revolución.

Tienen los morteros y la crítica radical del viejo mundo.

Se están organizando para el futuro.

Nosotros formamos parte de ello.

Materiales acerca de los últimos acontecimientos en Francia

“¿CHUSMA? ¡PUES BIEN, SOMOS PARTE DE ELLA!” El ministro del interior francés, Sarkozy lanzó una campaña de represión, en 2005, contra los proletarios de los suburbios en lucha, calificándolos de “racaille”… un término francés que en castellano puede traducirse por: chusma, infame, escoria, ruin, basura desechable, gentuza, hampa, gente que se desprecia.

Compilamos algunos textos acerca de los motines callejeros y disturbios desatados masivamente en Francía a raíz de la muerte del joven Nahel a manos de la policía. También consideramos esencial para esta compilación incluír viejos textos de la revuelta que casualmente tuvo lugar en ese mismo país en el año 2005, debido a la similitud y estrecha relación que guardan entre sí. Sigue leyendo

100 días de guerra de clases – Permanencia 28 de abril


Por A$AP Revolution

Huelgas masivas seguidas incluso en las empresas privadas, multiplicación de las asambleas de organización, manifestaciones gigantescas (hasta 40.000 personas en Rennes) plantean un rechazo masivo a otra reforma cuyo objetivo no es otro que hacernos trabajar más con salarios insultantes.

En Rennes, y en otras ciudades, a partir de marzo, el movimiento empezó a ser más ofensivo en las calles.

Manifestaciones salvajes e incontrolados de varios miles de personas, bloqueos de cientos de disuasorios cada semana que paralizan las arterias de la ciudad, un bloqueo de 3 semanas de la recogida de basuras que inunda la ciudad de basura, saqueos de comercios y autorreducciones, la apertura de edificios seguida de disturbios en el centro de la ciudad con la plaza Sainte Anne como punto de encuentro, y la rotura y cierre sistemáticos de comercios.

Una comisaría de policía, un centro de congresos (el convento de los Jacobinos) y un ayuntamiento ardieron en momentos de rabia y júbilo colectivos. Cada día, de camino al trabajo o al atravesar Rennes, descubrimos una ciudad destruida y transfigurada por el movimiento, que huele a plástico quemado y apesta un poco menos a burguesía.

Una atmósfera de locura, el encuentro de muchas personas habitadas por una revuelta común, una ruptura de la vida cotidiana que ha atravesado toda la ciudad y más allá de una forma sin precedentes.

El paso forzoso del 49,3 marca un momento de intensificación y contaminación del movimiento en toda Francia. En respuesta a este impulso combativo, el Estado refuerza su aparato represivo para romper las huelgas en los llamados sectores estratégicos, herir y detener a cada vez más personas, desalojar los bloqueos e impedir las asambleas.

El fin de semana del 25 de marzo se celebró en Sainte Soline una concentración nacional contra el acaparamiento de agua por los grandes agricultores. La policía masacró a los manifestantes. Muchos de ellos fueron mutilados y un camarada estuvo a punto de morir. Unos días más tarde, los «sublevados de la tierra» -después de haberse puesto a la cabeza de la manifestación enviada a la derrota militar- dieron un espectáculo de alianza con toda la izquierda del capital bajo el pretexto de la unión contra la represión.

Al mismo tiempo, y con lógicas no muy diferentes, las direcciones sindicales dejan pasar las últimas huelgas ofensivas y reconductibles que apoyaron y vuelven a la carga para los diferentes plazos electorales.

Los proletarios en lucha, sindicalistas de base, autónomos, se ven dejados de lado por sus direcciones sindicales y políticas que, después de haberlos enviado a la trinchera, utilizan el movimiento para hacerse un hueco en la burguesía. Pero el riesgo para ellos, y esto ya es una secuencia abierta en gran parte desde los chalecos amarillos que continúa en cierto modo hoy, es que la base en lucha se autoorganice fuera y contra las direcciones burguesas.

Ahora, aunque se apruebe la reforma, aunque las procesiones se debiliten y las pocas huelgas que hayan podido surgir cesen, las manifestaciones salvajes continúan. Porque una parte del pueblo en lucha rechaza la vuelta a la «normalidad». Surge una voluntad, la de renovar un movimiento que se agota.

A los trabajadores en lucha en conflicto tanto con la patronal como con las direcciones sindicales,

A todos los comunistas, conscientes de que el comunismo nunca ha existido,

A los anarquistas que han salido del oportunismo del espectáculo,

Así como a todos aquellos que ven interés en el surgimiento de formas de organización de clase en ruptura con la dirección burguesa.

Nuestro objetivo aquí no es enterrar el movimiento que se inició con el rechazo de la reforma de las pensiones, sino, a través de una crítica radical, comprender sus fuerzas y sus límites.

Si la huelga fue un fracaso y ni siquiera los llamados sectores estratégicos consiguieron renovarla; si los bloqueos de empresas, las ocupaciones, los sabotajes fueron extremadamente raros y aislados; cuestionar la estrategia sindical es necesario pero no suficiente, tenemos que preguntarnos cómo están estructuradas las empresas, cómo está organizada la producción en los territorios, para poder luchar y organizarnos en nuestros puestos de trabajo.

Si la manifestación y el bloqueo de los flujos volvieron a ser la centralidad de la organización proletaria, podemos preguntarnos claramente por qué el movimiento no consiguió bloquear la producción a nivel nacional y por qué las manifestaciones no lograron tomar los lugares de producción, los lugares de poder, los edificios, las viviendas, los medios de comunicación…

Para avanzar necesitamos hacer balance en todos los espacios de lucha, cuestionarnos sobre lo que hemos conseguido y los muros a los que nos enfrentamos, porque en la lucha de clases hay momentos de recrudecimiento que luego exigen que reiniciemos las cuestiones estratégicas para vencer.

Nuestro objetivo aquí no es enterrar el movimiento que comenzó con el rechazo de la reforma de las pensiones, sino, a través de una crítica radical, comprender sus puntos fuertes y sus límites.

En otras palabras, dar un paso atrás.

Por lo tanto, proponemos que los camaradas se reúnan el viernes 28 de abril de 2023 para debatir y organizarse esbozando colectivamente el inicio de un balance y abriendo perspectivas de estructuración a largo plazo.

Y ahora, ¿qué hacemos?

https://asaprevolution.net/

Francia, Grecia, Reino Unido… Proletarios de todo el mundo ¡quememos el capitalismo!

Las protestas en Francia contra la subida de la edad de la jubilación a 64 años han sido encabezadas, organizadas y dirigidas por los sindicatos franceses organizados en la intersindical y, por tanto, organizadas al modo sindical, es decir como bomberos y apagafuegos de la lucha de clases: por medio de huelgas un día a la semana (evitando las huelgas indefinidas), a través del rechazo a las asambleas de los trabajadores o de los cortes de carretera. Los sindicatos se oponen siempre a la autoorganización y la generalización de la lucha por parte de los proletarios. Es una lección que están aprendiendo en sus carnes una minoría de proletarios que estos días están desencadenando en Francia huelgas sin el control sindical. De este modo la semana pasada la rabia explotaba en las calles de las grandes ciudades de Francia:  la reforma de las pensiones, que obliga a los trabajadores/as de Francia a alargar su explotación directa, era el detonante de toda una rabia acumulada, que acumula la clase obrera a lo largo del planeta. Arde París, arde Nantes… El fuego no es suficiente para apagar las llamas de los infinitos ataques y humillaciones que sufrimos a diario por un sistema para el que no somos más que mercancía y carne de cañón. El fuego no es suficiente, necesitamos más. Pero ese fuego anticipa lo que, como proletarios, aún no podemos expresar masiva y unitariamente en palabras, asambleas, como clase. La rabia no es suficiente, necesitamos organización, recuperar nuestras posiciones, nuestro programa. Porque estos momentos inflamados de virus, de crisis, de guerra, de miseria, son también momentos donde la revolución comunista aparecerá con cada vez más fuerza como la única perspectiva posible y realista.

Es el enésimo ataque a los trabajadores en Francia, no el más grave, seguro que no el último. La burguesía, a través de su Estado, quiere reducir el coste de las pensiones alargando la edad de jubilación, una jubilación que para muchos/as trabajadores/as (precarios/as, en negro, domésticos…) es, fue siempre, una quimera. Tiene algo de simbólico, el aumento de la condena a trabajar (como el tótem supremo de la explotación) hace explotar la rabia, incluso de aquellos que nunca tendrán “derecho” a jubilarse.

Demasiadas veces el proletariado se mueve con una clarividencia que aún no es capaz de expresar racionalmente, por un impulso, por la misma necesidad que se materializa en rabia. No era el primer ataque y no será el último, no lo es en Francia, no lo es para los trabajadores franceses, lo es en todo el mundo, lo es para todos los proletarios.

Nunca hemos dejado de luchar, aun cuando las condiciones no eran propicias, no dejamos de luchar como clase explotada, demasiadas veces no nos queda otra opción. Y, sin embargo, venimos de una larga contrarrevolución histórica desde hace 100 años. Estamos viviendo, en los últimos años, una situación anfibia, un tiempo bisagra, en que nuestra clase está luchando en defensa de sus necesidades humanas. Luchas que expresan una tendencia a la polarización social producto de un mundo, el del capital, que se agota y solo puede atacar nuestras condiciones de vida como proletarios: luchas en Chile, Kazajistán, Sri Lanka, Irán… por recordar algunas de las últimas. A estas hay que añadir el reguero de huelgas salvajes en Reino Unido en los últimos 9 meses, las movilizaciones de la juventud en Grecia[i]. De diferente manera todas expresan el rechazo a las imposiciones del mundo de la mercancía, un mundo que se reafirma en cada ataque a nuestras condiciones de vida y reafirma nuestra necesidad de luchar contra su miseria.

Las condiciones históricas e internacionales en estos momentos son terribles: aún bajo la larga sombra del Covid, la guerra imperialista en Ucrania, viene a agravar la debacle capitalista y su eterna crisis histórica, la brutal subida de los precios, unido a un reguero de medidas que socaban aún más las condiciones de vida de los más pobres. A ello se suma, problemas nunca resueltos (problemas rentables) como la migración de cientos de miles de trabajadores huyendo de la miseria y la guerra y que se topan con muros y porras, y más miseria en caso de superarlos.

Y es esa condición terrible, esa situación internacional, donde encontramos la esperanza. Vivimos un momento histórico en que una chispa puede empezar a encender el mundo, porque todas esas revueltas y luchas puedan llegar a mirarse a los ojos, como parte de un mismo proyecto, de una misma necesidad humana de imponerse sobre la miseria y la guerra.

Ni en Francia, ni el Reino Unido, ni en Grecia se está expresando hoy día ni mucho menos una revolución. Son movimientos además donde es muy fuerte la presencia política y sindical de la izquierda del capital. Se expresa una respuesta frente a una agresión constante, una respuesta necesaria frente a aquellas medidas del capital que nos roba la vida. Expresando una contradicción de base: el capital solo puede sobrevivir a nuestra costa, y nosotros/as solo podemos vivir destruyendo el capital.

Las respuestas inmediatas contra las medidas de austeridad y crisis, son automáticas y son necesarias, a través de las luchas inmediatas podemos formarnos, unirnos, adquirir conciencia y confianza y, sí, podemos parar ciertas medidas, pero debemos saber que cualquier victoria parcial, no es más que retrasar lo inevitable: la imposición de los intereses del capital sobre las necesidades humanas. Para parar toda esta brutalidad debemos ir más allá, debemos cuestionar todo el sistema.

En las recientes movilizaciones en Grecia en protesta por el accidente del tren que ha matado a más de medio centenar de proletarios, los manifestantes gritaban: “sois asesinos, sois hipócritas, el sistema que habéis organizado nos quita la vida”, y con toda razón eran profundamente conscientes que este sistema está organizado para quitarnos la vida y la única salvación, es acabar con él.

El proletariado tiene un largo camino para reencontrarse con su programa histórico, con su capacidad revolucionaria, es un camino que empezó desde que el primer ser humano se levantó contra el poder y la explotación. Pero es un camino que hoy nos asfalta el capitalismo, creando las condiciones que hacen nuestra lucha inevitable, eso no quiere decir que nos lo ponga fácil, quiere decir que no puede hacer otra cosa, su desarrollo brutal, nos obliga a luchar.

Y en ese camino nos encontramos con todo tipo de policías que trataran de detenernos, apalearnos, convencernos de lo que es mejor para nosotros, reorientarnos. Policías de uniforme, policías sindicales, policías políticos de cualquier color, policías psicólogos, policías demócratas… todos ellos empeñados en hacer su trabajo, salvar el culo de un sistema que hace aguas (fecales).

Contra todos esos policías, debemos recuperar nuestras armas, las que a través de la lucha histórica hemos ido forjando:

    *El internacionalismo proletario, en cualquier parte del mundo, cuando luchamos, lo hacemos como una misma clase, superando cualquier división nacional que solo beneficia a nuestros verdugos.

    *La autonomía proletaria. La dirección de la lucha es de los propios proletarios, fuera y contra cualquier organismo que pretenda encuadrarnos. Luchamos de forma independiente, por nosotros/as mismas.

    *La autoorganización, crear nuestra propia organización y espacios de lucha, debate y reflexión. Nuestros órganos masivos de poder como clase y nuestra organización de vanguardia que agrupe a las minorías revolucionarias.

   * La unidad por encima de cualquier separación impuesta por las categorías del capital: independientemente de la edad, del trabajo, de estar en paro, de ser estudiante o pensionista, hombre o mujer, joven o viejo/a… somos una misma Clase expresando una misma necesidad: superar el mundo de la explotación, instaurar una sociedad realmente humana.

    *La extensión de la lucha por encima de sectores laborales, barrios, pueblos, ciudades, naciones. Extender la lucha bajo la consigna de que todas las luchas hacen parte de la misma lucha y todas son necesarias para seguir luchando, para vencer. La solidaridad, no es una palabra bonita, es un arma cargada.

Con distintas intensidades y aún con mucho camino por recorrer, pero ya arden Francia, Reino Unido, Grecia… y nosotros saludamos esos incendios, no por lo que queman sino porque históricamente son una chispa entre miles, que más pronto que tarde superarán sus límites y  prenderán el mundo de esperanza y revolución.

Por el comunismo

Barbaria

https://barbaria.net/

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[i] Aprovechamos  para saludar a “los/as encapuchados/as” de Exarquia que le partieron la jeta a Varoufakis, el penúltimo pelele izquierdista de la burguesía y alentamos para que estos ejemplos se extiendan.

¿¡Guerra y revolución!?

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Tridni Valka

Parece que fue ayer cuando por fin salimos de la «crisis pandémica de Covid-19» (aunque algunos dicen que nunca saldremos de ella) y ya hay una nueva «crisis». Según la narrativa burguesa dominante, la guerra en Ucrania es una nueva razón para que el proletariado deje de lado la satisfacción de sus necesidades. En su lugar, debemos unirnos al frente unido con las fuerzas de «nuestra» burguesía y sacrificarnos por un «bien mayor» de «defensa de la integridad territorial de Ucrania» o su «desnazificación» – dependiendo de donde vivamos.

 Nos obligan a convertirnos en carne de cañón en la «defensa de la nación», lo que significa sufrir y morir por los intereses de uno u otro bando burgués – como está ocurriendo ahora con los proletarios «rusos» y «ucranianos». O nos obligan a hacer sacrificios en el «frente interno»: aceptar el aumento de los precios de los productos básicos que permiten nuestra supervivencia cotidiana como la alimentación, la vivienda, la salud, la energía, el transporte, etc.; aceptar el aumento de la represión y la vigilancia; aceptar la militarización del trabajo y el aumento brutal de la tasa de nuestra explotación.

 La guerra es, por supuesto, parte integrante de la propia lógica de funcionamiento del capitalismo. Es la expresión de una necesidad de las facciones rivales del Capital de conquistar mutuamente sus mercados para realizar sus beneficios. En este sentido la guerra capitalista y la paz capitalista no son más que dos caras de la misma moneda y cualquier guerra no es más que una continuación de esta competición por medios militares.

 La guerra de 2022 en Ucrania (que es más bien una nueva fase abierta de la guerra que comenzó en 2014) no es una excepción. En las últimas décadas nos arrastraron a otras guerras increíblemente sangrientas, algunas de las cuales aún continúan: en Somalia, en la antigua Yugoslavia, en Afganistán, en Irak, en la región africana de los Grandes Lagos, en la región del Cáucaso, en Siria, en Yemen…. o recientemente en Etiopía… Todos esos conflictos nacieron de la competencia entre facciones burguesas locales, pero al mismo tiempo representaron guerras territoriales por poderes entre «las grandes potencias» y en todos ellos (como siempre) fueron los proletarios los masacrados.

 A pesar de ser tan brutales como lo es la guerra que actualmente asola Ucrania, estas guerras no permitieron a la burguesía movilizar al proletariado en apoyo de los intereses capitalistas a un nivel tan global. La razón principal es que esta vez la formación de los superbloques capitalistas capaces de una confrontación global está mucho más cerca y el choque de sus intereses faccionales opuestos es mucho más obvio y directo. Por lo tanto, es fácil para los ideólogos burgueses de ambos bandos fingir que se trata de «una guerra santa» del «Bien contra el Mal». Una vez más nos empujan hacia los campos de exterminio en nombre de la paz, esta vez hacia la guerra que puede acabar con toda la vida en este planeta.

Frente a la realidad de la movilización, la militarización de nuestras vidas, la propaganda nacionalista y la horrible carnicería de proletarios, la posición comunista siempre ha sido el rechazo revolucionario derrotista de ambos campos del conflicto burgués a favor del «tercer campo», ¡el campo de la revolución comunista global! Hemos abordado esto recientemente en nuestro folleto: ¡Proletarios en Rusia y en Ucrania! En el frente de producción y en el frente militar… ¡Camaradas! así como en una segunda contribución: Manifiesto internacionalista contra la guerra capitalista y la paz en Ucrania (ambos textos se encuentran en los anexos de este boletín).

 De forma similar a la «crisis de Covid-19», nosotros como comunistas rechazamos todas las falsificaciones burguesas de la realidad, ya que todas sirven al mismo propósito de mantener a nuestra clase subyugada a los intereses de la clase dominante e impedirle la realización de sus propios intereses de clase, es decir, abolir la sociedad basada en la explotación del trabajo humano. Tanto si la narrativa que intentan imponernos se basa en la ciencia y la medicina «sagradas» oficiales (que pretenden ser objetivas e imparciales) y en las estadísticas gubernamentales, como si se basa en la ciencia «disidente y prohibida» que el «Nuevo Orden Mundial no quiere que veáis» (y que, sin embargo, de alguna manera está por todo YouTube), nuestra única respuesta a esto es reafirmar la posición de subjetividad proletaria militante, es decir, analizar siempre la realidad material basándonos en el criterio de lo que hace avanzar u obstaculiza la lucha por nuestros intereses de clase. Y desde esta posición, y en confrontación con todas las falsificaciones mencionadas, intentamos descubrir siempre la corriente proletaria en toda esta agitación.

 Al igual que la anterior «crisis de los Covid-19», también se afirma que la guerra en Ucrania es la raíz de la aparente «crisis económica» y la justificación de la escasez y/o el aumento de los precios de muchos productos básicos. En realidad, ambas crisis simplemente desenmascararon la crisis subyacente de valorización.

No existe tal cosa en este planeta como la escasez de alimentos o energía. Es la lógica del capital la que crea la «escasez», ya que la única razón por la que se producen las mercancías en el capitalismo es para venderlas con el fin de obtener beneficios. Su valor de uso como alimentos, ropa, combustible, etc. sólo tiene sentido para el Capital como medio para este fin. Por lo tanto, es lógico dejar que la comida se pudra o quemar el combustible en lugar de dárselo a aquellos que no pueden pagarlo. Por tanto, el trigo de Ucrania o Rusia no se transportará por otras rutas ni se sustituirá por trigo u otro producto comestible de otros lugares para alimentar a los proletarios hambrientos de Egipto o Líbano o Sri Lanka, a menos que se pueda hacer rentable.

En las siguientes páginas intentamos analizar los movimientos proletarios que han estado sacudiendo el mundo a pesar del Covid-19 y los cierres relacionados y la guerra en Ucrania, contra la miseria de la vida en la sociedad capitalista y en oposición a los esfuerzos de movilización interclasista del Estado. Este texto no pretende ser una cronología de estos movimientos proletarios ni una relación exhaustiva y detallada de la actividad militante y organizativa cotidiana «sobre el terreno». Hay otros militantes, con una conexión más directa con estos movimientos que la nuestra, que han asumido bien estas tareas. Nos centramos en los movimientos que, según nosotros, representan el apogeo de la militancia proletaria reciente, manteniendo al mismo tiempo la continuidad militante, reapareciendo bajo otra forma después de haber sido reprimidos por el Estado, dando nacimiento a minorías militantes o dinamizando las ya existentes y creando potencialmente el espacio para las rupturas programáticas.

 Mencionemos aquí que planeamos cubrir las acciones revolucionarias derrotistas del proletariado en el territorio de Rusia y Ucrania contra la guerra capitalista (deserciones y motines en ambos bandos, ataques a los centros de reclutamiento, sabotaje de los esfuerzos de guerra, subversión de la reciente movilización en Rusia, etc.) en un material aparte. También tenemos que mencionar aquí los disturbios de enero en Kazajstán desencadenados por los altos precios del combustible, aunque no hablamos de ello en detalle en el siguiente texto. Fue una erupción muy fuerte de ira proletaria y contenía algunos momentos insurreccionales que llevaron a la burguesía local a pedir refuerzos de Rusia y otros países de la CTSO (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) para aplastarla y evitar que se convirtiera en una insurrección proletaria a gran escala. Hemos publicado en nuestro blog una colección de materiales militantes de varios grupos que informan sobre el movimiento en Kazajstán.

 A veces todo tiene que cambiar para que todo siga igual…

La clase dominante mundial seguramente esperaba conseguir enmascarar la crisis estructural emergente del Capital convirtiendo una «crisis sanitaria» generalizada (enfermedades, comida basura, envenenamiento y destrucción del planeta, etc.) a través de todos los medios represivos, recuperativos e ideológicamente espectaculares en una pandemia de Covid-19, producto a su vez de la relación explotadora de la sociedad con el mundo natural derivada del modo de producción capitalista igualmente explotador (al igual que todos los demás «desastres naturales» anteriores). Seguramente también se esperaba que sirviera para tapar la caldera hirviente de la lucha de clases proletaria que estaba haciendo estragos en muchas partes del mundo en 2019. Una estrategia que al principio parecía tener más o menos éxito, pero que pronto quedó claro que la convirtió más bien en una olla a presión.

El toque de queda forzoso sirvió desde el principio de excusa a las fuerzas represivas del Estado para restablecer o confirmar y reforzar tanto su control social sobre el proletariado como su monopolio de la violencia, sórdida y vergonzosamente justificado como «protección del público» por medio de la propaganda. Llegó en diferentes formas – jactancia pública de violencia contra cualquiera que se atreviera a no respetar el toque de queda (incluyendo por ejemplo disparar y matar a niños por apoyar la manifestación callejera desde su balcón en Kenia), ejecución de ataques largamente planeados contra okupas y centros sociales en Alemania, Italia, Grecia, etc., limpieza de barrios proletarios para dejar paso a promotores inmobiliarios en Filipinas, Sudáfrica, Haití…, perfeccionamiento de los medios de espionaje electrónico (software Covid-19 Tracker utilizado por la policía para seguir a los manifestantes en Minneapolis, actualización del software de reconocimiento facial para ver a través de las máscaras). Sigue leyendo

CONTRA LAS MENTIRAS ESTATALES DE LA ECONOMÍA DE GUERRA DEL CAPITAL EN DELICUESCENCIA ¡VIVA LA GUERRA REVOLUCIONARIA DEL PROLETARIADO CONTRA EL COMERCIO DE LA SERVIDUMBRE!

El 28 de marzo de 2020, Pedro Sánchez, el lamentable contable en arrendamiento precario de la Moncloa, abogaba por la instauración de una “economía de guerra” a escala Europea para hacer frente a la “situación más grave que han vivido nuestras sociedades desde la Segunda Guerra Mundial”, justificando la instauración del estado de alarma y el confinamiento generalizado de la población española, como de la casi totalidad de los países con las economías más desarrolladas.

El 27 de marzo de 2022, o sea un mes después del inicio de la intervención militar rusa en Ucrania, programada por las manipulaciones del Pentágono, Christine Lagarde, miserable lacayo inculto de Washington, delincuente en sastre Chanel amnistiada tan pronto como condenada, ascendida a presidenta del Banco Central Europeo, advertía: “La guerra debería tener un impacto considerable sobre la economía mundial, y especialmente en la economía europea debido a la proximidad de Europa con Rusia y de la dependencia del gas y del petróleo ruso. Es probable que esto ralentice el crecimiento de la zona euro e impulse la inflación a corto plazo mediante el aumento de los precios de la energía y los bienes, que afecte la confianza y perturbe el comercio internacional…”

El 27 de mayo de 2022, al salir del foro anual de Davos, Scholz, el impotente cómitre alemán de la Unión Americana en Bruselas, ha detallado un paquete de sanciones “que serán más duras y profundas que todas las que se hayan podido imponer a un país del tamaño de Rusia… Sin embargo, esta reestructuración tendrá efectos considerables en las economías europeas… Especialmente porque la fase específica de la mundialización que hemos vivido en Norteamérica y Europa durante los últimos 30 años – con un crecimiento fiable, un alto valor añadido y una baja inflación – está llegando a su inevitable final… Sí, estamos viviendo un momento clave. La historia está en un punto de inflexión”.

El 13 de junio de 2022, durante la inauguración de la feria de armas terrestres Eurosatory en Villepinte, Macron, el cómico pacifista atlantista traficante de armas, finalmente admitió que habíamos “entrado en una economía de guerra en la que creo que nos vamos a organizar de forma duradera.


¿Cuál es entonces esta guerra que los Estados han declarado a un enemigo invisible, tan imperiosamente necesaria que justificaría destruir muy visiblemente tiendas enteras de la sobre-producción mundial generalizada?

¿Cuál es entonces esta llamada “otra” guerra que, apenas comenzada, está condenada inmediatamente a durar, a pesar del”impacto considerable” que tendrá “en la economía mundial, y especialmente en la economía europea” ?

¿Qué son, pues, estas “sanciones” que pretenden “sobre todo” reestructurar muy profundamente las economías europeas” ?

¿Cuál es, pues, esta indispensable “reestructuración” que impone entrar “duraderamente” en economía de guerra” ?

Para entender todas las locuras estático-terroristas que expresan la verdad del tiempo presente, ya sean sanitarias o militares, inmigracionistas, climáticas o LGBTistas, religiosas o chusmosas, es necesario volver siempre a la centralidad de lo que hace la totalidad del porvenir del mundo universalmente unificado en los progresos de la alienación mercantil. Es la implacable ley de la baja de la tasa de ganancia – la incurable enfermedad auto-inmune mortal del Capital – y la consecuente demencial saturación de los mercados, lo que provocó la necesidad de parar la economía mundial mediante un confinamiento que ciertamente constituyó un acto de guerra del Capital, pero contra sí mismo, y ello con la esperanza de poder posteriormente re-iniciar, como lo hizo después de sus dos Matanzas mundiales del siglo XX…

Es evidente que el espectáculo de la mercancía, al no poder auto-designarse como intrínsecamente patógeno por naturaleza, está obligado a justificar su colosal sangría económica mediante la existencia fantástica de un agente infeccioso exterior fulminante. La guerra en Ucrania vino después a constar el fracaso de la primera fase “viral” de la guerra de la patraña, su incapacidad de permitir un verdadero reinicio de la valorización capitalista, y el paso necesario a una segunda fase de destrucción mediante el bombardeo económico masivo de Europa bajo el pretexto de las sanciones contra Rusia, esta última heredando aquí el papel del espantapájaros anteriormente asignado al Coronavirus…

La economía de guerra es el momento crísico de la necesaria reconversión estatalmente administrada de las fuerzas de producción del Capital en fuerzas de destrucción: el momento en que el Capital debe amputarse para intentar salvarse… Sin embargo, esta aniquilación, indispensable a nivel del mercado mundial, no se hace indistintamente, sino en el marco geo-político de las relaciones de fuerza competitivas existentes entre los diferentes bloques capitalistas tecnológicamente más avanzados en cuanto a la extorsión maquínica de la plus-valía producida por los únicos proletarios explotados.

La especificidad de la guerra actual es que sus protagonistas reales, los Estados Unidos y Europa, permanecen ocultos tras el velo de una alianza geo-comercial forzada que oculta muy mal que el vasallo europeo bruselizado está constreñido por su soberano yanqui tanto a auto-devastarse como a rechazar a su aliado capitalista natural ruso, con el fin de impedir que una Europa mercantil unificada e independiente venga a poner definitivamente en tela de juicio al Tío Sam y la hegemonía ficticia del dólar mágico sobre el planeta-mercancía en descomposición.

Lo real nunca miente y, para entender cuáles son las conflictualidades realmente en acción, hay que saber escucharlo… Los Estados Unidos quieren a toda costa separar la Europa de las altas tecnologías de las vastas reservas energéticas de Rusia, rechazando esta última en los espacios asiáticos de un capitalismo todavía muy masivamente retrasado

El Capital ha entrado en crisis mortal, pero quiere creerse eterno y busca frenéticamente reconfigurarse. La segunda fase mitológica de la guerra del Coronavi-Rusia, al cortar Europa de una parte esencial de su abastecimiento de hidrocarburos, acelerará el delirio ecológico-transicional energético obligatorio, última esperanza capitalista decreciente de una progresión recuperada, tan poco “limpia” como totalmente quimérica…

Por lo tanto los tiempos venideros serán decisivos y la sagrada unión de los chantajes políticos y sindicales que se dedican a ocultar tanto las perfidias de la impostura estatal como el volcán ardiente del abstencionismo creciente de las rabias proletarias, acabará obviamente por desintegrarse en el regreso incendiario y comunero del proletariado refractario de Europa…

Para la clase capitalista europea, el dilema es de aquí en adelante el siguiente: consumir su sumisión a América hasta las heces completando su autodestrucción y asumir la guerra social que generará indefectiblemente; o rescindir su alianza atlántica y sustituirla por una unión continental con Rusia, es decir, soportar el conflicto abierto con Estados Unidos… Y esta misma guerra social que este último generará también indefectiblemente…

Por su parte, los hombres de Verdadero Goze estarán sin dilema. Saben que no hay más que un camino hacia la emancipación de toda explotación y de toda alienación: ¡la Guerra de Clase Mundial contra todos los Estados del planeta-mercancía!

Para poner definitivamente fin al ciclo infernal de las guerras del Haber… ¡Que viva la guerra del Ser hacia la COMUNA UNIVERSAL POR UN MUNDO SIN DINERO, SIN SALARIADO, NI ESTADO!

Grupo Guerra de Clase

http://guerredeclasse.fr/

 

CRISIS DE CIVILIZACIÓN / Gilles Dauvé

Todas las crisis históricas son crisis de reproducción social. Intentaremos investigar cómo la crisis actual, al igual que otras del pasado y a diferencia de ellas, obliga a la sociedad a enfrentarse a las contradicciones que antes estimulaban su dinámica pero que ahora la llevan a una coyuntura crítica. [1]

Toda gran crisis obliga a los grupos sociales a enfrentarse a las profundas contradicciones de la sociedad. En el capitalismo, la confrontación de clases es el motor principal que hace avanzar a la sociedad: obliga a la burguesía a adaptarse a la presión laboral, a «modernizarse». La crisis se produce cuando estas presiones, antes positivas, tensan el tejido social y amenazan con desgarrarlo.

Contradicción no significa imposibilidad. Hasta ahora, todas las grandes crisis han terminado con el sistema logrando salir adelante y volviéndose finalmente más adaptable y proteico. Ninguna crisis «definitiva» está automáticamente contenida en las contradicciones más agudas. Sigue leyendo

Adiós a la vida, adiós al amor… Ucrania, la guerra y la autoorganización

«Cuánta sangre ha bebido esta tierra

Sangre de obrero y sangre de campesino

Para los bandidos que provocan guerras

Nunca se muere, sólo se mata a los inocentes.” [1]

 

Clausewitz hablaba de la incertidumbre del campo de batalla como la «niebla de la guerra», y el término podría aplicarse con la misma facilidad a la avalancha mediática que estamos viviendo desde el 24 de febrero de 2022 en relación con Ucrania. Los dos bandos se encuentran inmersos en una guerra de propaganda e imagen bastante clásica, reforzada de forma inédita por las redes sociales. Desde este punto de vista, los ucranianos tienen la ventaja; hay muchas imágenes disponibles en su lado (tomadas por civiles o periodistas), mucho menos en el lado ruso (no hay smartphones para los soldados, ni civiles, ni pocos periodistas). De ahí, por ejemplo, que al principio hubiera un exceso de vehículos rusos destruidos. Esto es lo que ven los occidentales (nosotros), pero es sólo una parte de la realidad. Sobre todo porque los algoritmos acentúan la banalidad de nuestros respectivos sesgos cognitivos, empujándonos a favorecer la información que confirma nuestras opiniones y presuposiciones: este es el «problema de Diagoras», pero en tiempos de guerra este lote cotidiano se vuelve excesivo, asfixiante. No es fácil mantener la distancia necesaria y la cabeza fría para entender lo que está pasando y, si es necesario, actuar en consecuencia; es aún menos fácil cuando se vive en un país beligerante o cobeligerante.

Lo bueno, lo malo y lo feo

«No te preocupes, esos están fuera.” [2]

Rusia invadió Ucrania, no al revés. Sin embargo, por importante que sea, la diferencia entre «agresor» y «agredido» no es un criterio suficiente para entender la situación. El demócrata y el autoritario, el bueno y el malo, etc.

El 28 de julio de 1914, tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, el poderoso Imperio Austrohúngaro (50 millones de habitantes) declaró la guerra a la pequeña Serbia (diez veces menos poblada). En los días siguientes, mediante el juego de alianzas, todas las potencias europeas entraron en guerra, y uno de los argumentos de Francia e Inglaterra fue la defensa del débil frente al fuerte. «Nadie puede creer de buena fe que seamos los agresores», declaró René Viviani, Presidente del Consejo de una República Francesa muy democrática a la que Alemania, necesariamente despótica y cruel, acababa de declarar la guerra. Mientras que la gran mayoría de los socialdemócratas de todos los países (e incluso algunos anarquistas, como Piotr Kropotkin) se adhirieron a esta narrativa y a las respectivas políticas de la Unión Sagrada, el Partido Socialista serbio rechazó la defensa nacional y no votó a favor de los créditos de guerra. En 1914, pocos revolucionarios no sucumbieron a la propaganda de guerra [3]. Sigue leyendo

N+1 – Notas sobre el 68

Traducción de Barbaria; las notas son de una charla sobre los años 70 en Italia que hicieron hace unos años los compañeros de n+1

La primera fase del obrerismo u operaísmo[1] italiano fue anarcosindicalista y tuvo lugar entre la crisis de la Primera Internacional (1872) y la fundación del Partido Socialista Italiano (1892). La segunda, en parte superpuesta a la primera, fue la socialista y gramsciana, que fue desde la fundación del Partido Obrero Italiano (1882) hasta la catástrofe degenerativa de la Internacional Comunista (1926). La tercera, que comenzó en 1958-59 con un intento de contraataque frente al largo periodo contrarrevolucionario estalinista en plena reconstrucción de posguerra. Fue sobre todo el producto de un fuerte impulso de los obreros industriales, que también agitó a grupos de jóvenes militantes de los partidos y sindicatos tradicionales, a los que se unieron elementos de la intelectualidad universitaria pequeñoburguesa. Sigue leyendo

PEDRO SANCHEZ HA DECLARADO LA GUERRA SOCIAL, LA TENDRÁ, PERO NO COMO QUERÍA

Detrás de la interminable mentira estatal del Coronavirus, un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo.
Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa: el Papa y Moscú, Berlín y París, todas las izquierdas de Francia y todas las derechas de Alemania…¡Que cada uno elija definitivamente su bando!

¡Viva la Comuna!

Grupo Guerre de Classe.

Lip y la contrarrevolución autogestionaria

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Lip et la contre-révolution auto-gestionnaire

Négation N°3 (marzo de 1974)

Traducción del inglés: Non Lavoro

Biblioteca de Cuadernos de Negación

Lip fue una fábrica de relojes de Paris. En 1973 mil trabajadores ocuparon la fábrica ante la amenaza de cierre y durante 3000 días continuaron la producción bajo control obrero, hasta conseguir un acuerdo final que salvó los puestos de trabajo.

En la introducción, los autores de la revista Négation señalan: «se nos hizo cada vez más evidente que «Lip» representaba no solo una lucha en la que no reconocíamos ninguna de nuestras aspiraciones para una sociedad humana, sino que  se trataba simultáneamente de una expresión particular del movimiento capitalista contemporáneo y de una especie de anticipación de la conformación de nuestro enemigo: la contrarrevolución capitalista. No es sorpresa, entonces, que el texto resulte denso, pues fue necesario introducir la crítica del conflicto de Lip con un largo análisis del movimiento obrero y el movimiento capitalista, aunque necesariamente resumido. Y tampoco es sorpresa que fuese más allá de una simple crítica para embarcarse luego en un análisis de la contrarrevolución autogestionaria.»

LIP Y LA CONTRARREVOLUCIÓN AUTOGESTIONARIA

  • Introducción de Négation
  • Epílogo de los traductores al inglés
  • I. El movimiento obrero y su declive
  1. La expropiación de los expropiadores
  2. Trabajo muerto
  3. Capital variable y los sindicatos
  4. La CGT y la desvalorización
  5. El CFDT y la autogestión
  • II. El caso LIP
  1. LIP, una fábrica durante la época de la dominación real del capital
  2. El movimiento obrero en LIP
  3. La cuestión sindical
  • III. Crisis y autogestión
  1. La comunidad de trabajadores y la comunidad humana
  2. La contrarrevolución autogestionada

EL CONTAGIO DE LA REVUELTA SE EXTIENDE… ¡LUCHAS POR DOQUIER!

Desde que publicamos nuestro anterior texto a finales de marzo,[1] el desarrollo de los acontecimientos no ha hecho sino confirmar lo que allí denunciábamos: la guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. La declaración de pandemia fue el chivo expiatorio, una excelente oportunidad y cobertura para ir imponiendo toda una serie de brutales medidas que exige despóticamente la dictadura de la ganancia. Se trata de enchufar al proletariado toda clase de medidas de austeridad, imponer a una parte jornadas de trabajo aún más intensas y extensas a cambio de salarios cada vez más precarios, facilitar los despidos de otra parte, exterminar a las enormes franjas sobrantes de la población, asegurar su implantación por medio del control y el terror, y frenar la oleada de revueltas de 2019 reiniciando un nuevo ciclo de acumulación.

El aislamiento que intenta imponer el capital representa la negación del proletariado como clase revolucionaria, la alienación de su comunidad de lucha, para destruir no sólo su proceso actual de asociacionismo, sino su potencia futura (que ya se evidencia en las luchas actuales). Ese es el verdadero objeto del estado de alarma [2]: concretar las necesidades intrínsecas a la relación social capitalista.

Pese a que, en un primer momento, toda esta guerra consiguió paralizar al proletariado, lo cierto es que nuestra clase pronto comprendió en sus carnes de qué trataba la cosa: las condiciones materiales aún peores que sufría por todas partes no eran con motivo de la “pandemia”,[3] sino con motivo de las necesidades de valorización del capital.

Los primeros signos de que el proletariado comprendía esta realidad quedaron patentes en las expresiones de lucha que saludábamos en nuestro texto anterior. Los motines y revueltas en las cárceles de numerosos países, las protestas en Hubei, los saqueos y conflictos en Italia o Panamá, la extensión de actos de desobediencia a las medidas del Estado de alarma y confinamiento… Eran las escaramuzas que anunciaban que el proletariado se disponía a retomar la oleada de luchas contra el capitalismo iniciadas en 2019. Sigue leyendo

CUESTE LO QUE CUESTE; El virus, el Estado y nosotros

https://i.imgur.com/pNkH91t.jpg

Publicado en el blog DDT21. Trad: Antiforma.

«La igualdad y la libertad no son lujos de los que se pueda prescindir fácilmente. Sin ellos, el orden no puede durar sin hundirse en una oscuridad inimaginable.» (Allan Moore, V de Vendetta, 1982)

«No renunciaremos a nada. Especialmente a reír, cantar, pensar, amar. Especialmente a las terrazas, a las salas de conciertos, a las fiestas nocturnas de verano. Especialmente a la libertad.» (Emmanuel Macron, tweet del 11 de marzo de 2020)

Es sorprendente que el presidente de la República haya escrito un tweet que, pocos días después, podría haber sido firmado por un grupo anarquista individualista particularmente radical. Es que el coronavirus que ataca al mundo está socavando algunas de nuestras convicciones. Nos hace sentir incómodos. ¿Cómo responder al juego a tres bandas que implica al Estado, a la población (incluyendo al proletariado) y la pandemia? ¿Cómo hacernos de un lugar en él? ¿Necesitamos un lugar en él? ¿Deberíamos quedarnos en casa? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué solidaridad, qué «resistencia» debemos poner en marcha?

En primer lugar, no pierdas la cabeza. Lo que debe importarnos en la situación actual no es tanto mostrar que teníamos razón en nuestros análisis anteriores, ni buscar y hallar lo que (a primera vista) confirma nuestras posiciones, sino identificar lo que sacude nuestras certezas, aquello que no encaja. Tratar de ver, pese a la oscuridad y al aparente caos, lo que está pasando para así procurar entender lo que viene.

¿Estado estratega, o sobrepasado?

Sí, la pandemia de Covid-19 es inherente al modo de producción capitalista (deforestación, expansión urbana, éxodo rural y concentración de la población, ganadería industrial, flujos de personas y mercancías, transporte aéreo, etc.). En los países europeos, se acentúa por el desmantelamiento de los sistemas de salud como resultado de las diversas políticas neoliberales seguidas durante décadas y su gestión según el modelo corporativo (rentabilidad, «stock cero» y flujos just-in-time). El caso de Francia es ejemplar desde este punto de vista; en diciembre de 2019, una pancarta de los trabajadores de un hospital que se manifestaban decía: «El Estado cuenta el dinero, nosotros vamos a contar los muertos», y muchas personas se dan cuenta ahora de que no se trataba sólo de un eslogan.

Son innumerables los textos que lo demuestran, y muchos de quienes venían haciendo críticas radicales al capitalismo ahora las ven confirmadas: el capitalismo es el responsable, es el culpable, es mortal. Aún si el virus no hace diferencia entre clases, afecta principalmente a los proletarios, quienes, por su parte, no pueden recurrir a atención de salud privada de calidad. Las declaraciones de Agnès Buzyn revelaron a quienes aún tenían dudas el repugnante cinismo de nuestros gobernantes, que están dispuestos a salvar la economía «cueste lo que cueste», incluso haciendo morir a decenas de miles de pobres y ancianos (sin duda con la secreta esperanza de resolver al mismo tiempo la cuestión de las pensiones). Sin embargo, la cosa ha adquirido una envergadura completamente inesperada.

Más allá de la incompetencia del equipo de Macron, hay que reconocer que el estado francés está completamente desbordado por la situación; décadas de recortes presupuestarios en la administración pública están dando ahora sus frutos venenosos.

Los gobiernos, preocupados durante demasiado tiempo por servir a los intereses de la capa de capitalistas más poderosos (cada vez menos vinculados a ningún Estado nacional), han perdido de vista el papel del Estado capitalista: asegurar en un territorio determinado una estabilidad favorable a todos los capitalistas, más allá de sus intereses particulares. El mantenimiento de un sistema de salud pública eficiente, por ejemplo, cumple la función de que los empleadores puedan contar con trabajadores sanos, bajo ausentismo y mayor productividad. Pero los grandes grupos y las multinacionales, al no atacar directamente el costo de la fuerza de trabajo, han presionado al Estado para que haga reformas fiscales en su favor, con políticas de reducción de gastos y servicios, y gravámenes sobre los ingresos indirectos de los proletarios. Estas medidas obviamente llegaron demasiado lejos: sabíamos que a veces podían ser contrarias a los intereses particulares de los capitalistas menos poderosos (lo que explica en parte la presencia de pequeños patrones junto a los chalecos amarillos), pero con esto vemos que pueden ser contrarias al interés del conjunto de los capitalistas. Acompañadas de profundos recortes, ahorros y regalos fiscales a los más ricos, tales medidas han repercutido también en la (no) preparación para las crisis pandémicas, que muchos informes de expertos venían anunciando desde hace años: ha habido recortes presupuestarios en la investigación en virología y bacteriología, vaciamiento de las reservas nacionales de mascarillas, dependencia farmacéutica de los laboratorios privados, etc.

Acuciado por el Covid-19, el gobierno titubea y se demora en tomar las medidas, a priori de sentido común, que el personal sanitario exige, como la contención (recomendada por los epidemiólogos mucho antes del 17 de marzo) o la implicación de los centros de salud privados (aún cuando algunos de sus directores siguiendo pidiendo que se les requise). Durante semanas, no se previó siquiera un testeo masivo de la población: el Estado simplemente no tiene los medios para hacerlo. El mismo retraso ha entorpecido los estudios sobre tratamientos basados en cloroquina, una droga barata que gran parte del personal médico ha exigido que se utilice para tratar a los enfermos (puede que el aplazamiento se deba a la presión de los laboratorios que trabajan en una vacuna o en medicamentos antivirales muy caros). Combinada con los recortes presupuestarios en la atención de salud, esta negativa a tomar medidas tempranas por temor a sus repercusiones en la economía conduce, paradójicamente, a un desastre económico. Sigue leyendo

Covid-19 y más allá

Il Lato Cattivo, marzo de 2020. Trad: Antiforma.

«Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido» (Elias Canetti)

En un mundo en bancarrota económica pero políticamente estancado, el shock a veces debe llegar «desde afuera», inducido por factores o acontecimientos que inicialmente no son ni económicos ni políticos y, en este caso, ni siquiera estrictamente humanos. Si las epidemias no son nunca fenómenos puramente biológicos, [1] aquí es bastante obvio que si este episodio de la eterna lucha entre el ser humano y los agentes patógenos, hoy día personificados en el Covid-19, está tomando un giro dramático, es como resultado del entorno peculiar -este sí, puramente social- en que está teniendo lugar. Que estaba en camino una «tormenta perfecta» en la esfera económica, es algo que se sabía desde hace mucho tiempo. [2] Que se combinaría con una pandemia de enormes proporciones, difícilmente se podría haber vaticinado. Esto innegablemente introduce un elemento de novedad cuya evaluación requiere prudencia y sangre fría: ya son demasiadas las ocasiones en que se ha dicho ante los cambios más triviales e insignificantes que ya nada volvería a ser como antes. Es cierto que la forma de vida de una parte cada vez mayor de la población mundial se ha visto muy afectada (al 25 de marzo hay unas 3 mil millones de personas oficialmente confinadas), tendencia que sin ninguna duda se va a intensificar. Los pocos que todavía piensan que volverán al ajetreo habitual después de tres semanas de cuarentena light en Netflix, se decepcionarán. No sólo y no tanto porque, en Italia como en otros lugares (Francia, España, etc.), el famoso pico del contagio está aún por llegar, sino sobre todo porque el retorno a la actividad económica y a unos desplazamientos diarios aparentemente normales se hará durante una epidemia aún en curso, lo que impondrá considerables medidas de vigilancia y seguridad para prevenir una segunda oleada de contagios y muertes. Esto se aplica en particular a los países en los que la tentación neomalthusiana de «inmunidad de rebaño» ha sido más o menos descartada.

Mientras tanto, el objeto de la teoría comunista sigue siendo el mismo de siempre: la relación social capitalista como portadora de su propia superación o de su reproducción a un nivel superior. Relación de explotación entre clases antagónicas que, de todas las que han existido a lo largo de la historia, es la más contradictoria y por lo tanto la más dinámica. En medio de la algarabía de hechos y discursos sobre los hechos, de lo que se trata es de comprender la recaída que los acontecimientos actuales introducen en esta relación, tanto a corto como a largo plazo. Lo que, dicho sea de paso, es exactamente lo opuesto a la ligereza con la que algunas personas celebran el «colapso del capitalismo» -truco que lo vuelve todo muy fácil porque hace desaparecer la realidad, que en cambio está hecha de declives socioeconómicos e institucionales desiguales, de tasas divergentes de incidencia y temporalidad de la propagación viral, de diversas estrategias desplegadas frente a la emergencia sanitaria. Sin olvidar la desigual distribución de las pérdidas entre todos los capitales individuales, en lo concerniente a la crisis económica. Ahora y siempre, el desarrollo desigual es la regla en el proceso histórico. Las siguientes notas -apenas algo más que un borrador- son sólo un modesto intento de poner todo esto en perspectiva, para nuestro uso y para uso de quienes que nos leen.

Empecemos señalando que la situación creada por la propagación internacional de la pandemia, ha puesto de relieve de modo indesmentible un conjunto de límites inherentes al ciclo de acumulación que en general ha sido definido como «globalización», al mismo tiempo que ha obligado a las partes interesadas (empresas y centros de poder a todos los niveles) a hacer frente a esos límites, desplegando con urgencia respuestas inmediatas, algunas de las cuales (unas pocas) -como siempre sucede en un entorno competitivo- resultarán adecuadas y susceptibles de ser generalizadas, mientras que otras (las más) terminarán en los basureros de la historia. Para acudir una vez más a una fórmula en la que hemos insistido con frecuencia, el «laboratorio secreto de la producción» consiste precisamente en esto: un laboratorio, a partir del cual los agentes de la acumulación se mueven sin parar -hasta en las situaciones más desesperadas- a fin de poder adaptarse a las nuevas condiciones y modificarlas en su propio beneficio en cuanto se presente la oportunidad. Procedamos, pues, a examinar brevemente los límites que mencionamos, no sin antes adelantar algunas hipótesis sobre las respuestas con que se intentará hacerles frente. Sigue leyendo

HERIDAS INTERNACIONALES

En los últimos años de aguda crisis capitalista las protestas se multiplicaron alrededor del mundo. Esto trajo aparejado un marcado aumento de la violencia por parte de las fuerzas armadas de la burguesía, generando lesiones graves, discapacidades y muerte a los manifestantes. En un contexto de conflicto creciente, frente a una vida que se ve pauperizada cotidianamente, el armamento antidisturbios toma una importancia central para los Estados.

Se desarrollaron tecnologías represivas que, según sus propios estándares asesinos, se clasifican como “no letales”. No hay nada casual. Por dar un ejemplo, en Argentina hace relativamente poco comenzó a introducirse cada día más la recomendación de las pistolas táser, para reprimir en lugares públicos donde accionar un arma sería, según la lógica del Estado, un acto “irracional”.

A la hora de atacarnos la burguesía actúa como una fuerza internacional, al contrario de los nacionalismos, regionalismos y ¡hasta localismos! que muchas veces cargamos los proletarios en lucha. Comprender la dimensión internacional del conflicto nos ayuda a combatir las limitaciones que nos impiden accionar desde una perspectiva que no se restrinja al lugar donde vivimos.

Del mismo modo, hablamos de proletariado o burguesía porque nos parecen categorías precisas, mientras otros rebeldes prefieren hablar de pueblo y élite. No nos preocupan tanto las terminologías, pero sí nos importa comprender la dimensión de clase de este conflicto mundial, y del antagonismo que hay entre estos dos sujetos. Por motivos de este tipo es que insistimos en hablar de capitalismo y no simplemente de neoliberalismo.

Para mantener la aplastante normalidad del Capital, la burguesía recurre a palos y balas de distintos tipos, numerosos y diversos agentes químicos irritantes a los que solemos llamar sencillamente gases lacrimógenos, camiones hidrantes, granadas de aturdimiento, dispositivos acústicos de largo alcance y armas de energía dirigida. Y claro, sus mercenarios, sin los cuales todo este armamento no podría funcionar. Con acuerdos y desacuerdos en matices, los órganos internacionales del Capital mantienen un esmero incesante en términos represivos. Sigue leyendo

[Audio] Charla sobre el movimiento de los Chalecos Amarillos en Francia

http://blog.temperamento-radio.com/content/images/size/w1000/2019/07/barbariachalecos2.jpg

Compartimos el audio de la charla realizada el 20/07 por  grupo Barbaria (Madrid/París), a cargo de compañeros que estuvieron en la región

«En cualquier caso, es indudable que el movimiento de los chalecos amarillos hace parte de un proceso de despertar de nuestra clase a nivel internacional, tras la derrota de la oleada de luchas de los años 70. Ante la perspectiva factible de que este movimiento se apague tarde o temprano, si no se produce una recuperación burguesa a la altura de la intensidad que ha vivido y luchado, dejará tras de sí nuevos lazos de solidaridad, quizá algunas estructuras, experiencias de lucha de las que extraer lecciones, un nuevo número de personas que, tras su radicalización en el movimiento, se sumarán a la actividad de las minorías revolucionarias pese a la vuelta a la normalidad. Nuestra clase aprende. Construye su propia memoria. Se despierta.»

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